27 de junio de 2016

Drogas y cerebro: alcohol.

Estamos acostumbrados a la imagen del alcohol como algo normal en nuestras vidas, acostumbrados a ver o a hacer botellonas, a emborracharte en las celebraciones. El alcohol es consumido desde adolescentes hasta ancianos. Un estudio de la OMS señala que los individuos mayores de 15 años consumen de media global un total de  litros de alcohol puro por año.

Pero, ya que concebimos el abuso de alcohol como algo normal, qué menos que saber cuáles son sus efectos y sus consecuencias.

Los efectos del alcohol son tanto sedativos, ya que es un agonista del neurotransmisor inhibidor GABA, como excitador por la liberación de dopamina en el núcleo accumens (placer y recompensa).
A nivel cerebral, el alcohol incide sobre la neurogénesis (creación de nuevas neuronas) y a la atrofia cerebral, aumento de los ventrículos y reducción del tamaño del córtex prefrontal (raciocinio, personalidad, toma de decisiones...).
En las siguientes imágenes, a la izquierda se muestran los cerebros de personas normales y, a la derecha, cerebros de personas adictas al alcohol.


 



Los receptores sobre los que actúa el alcohol en el sistema nervioso central son los GABAérgicos y los NMDA. Aumentando la neurotransmisión inhibitoria, por ejemplo, en el cerebelo, provocando la falta de coordinación motora.

El alcohol es una droga, tiene una indudable implicación en la alteración del organismo (incluyendo el sistema nervioso) y su potencial adictivo. Cuando una persona consume alcohol durante un periodo de tiempo y con una cantidad suficiente como para alterar el ritmo normal u homeostasis del organismo, llega a un punto en el que su cuerpo se habitúa a la exposición repetida a estas dosis, por lo que su cuerpo se modifica para adaptarse a las cantidades introducidas de alcohol. La consecuencia de esto, es que cuando esta persona deja de ingerir alcohol, desarrolla el síndrome de abstinencia, ya que rompe el equilibrio del oganismo. Los efectos aversivos de este síndrome de abstienencia son los responsables de que las personas se hagan adictas al alcohol, ya no tanto por lo placentero de consumirlo, sino para mantener una actividad normal y evitar un estado tan desagradable y aversivo.
Este síndrome de absitencia tiene síntomas que van desde lo fisiológico a lo conductual, como temblores, sudoración, hipertensión arterial y taquicardias, hasta síntomas cognitivos como obnubilación y delirios, angustia y ansiedad. Incluso puede darse el caso de que la persona llegue a un estado de hiperexcitabilidad del organismo o falta de hidratación y muera.

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